La gente que tenemos entre 50 y 55 años, pertenecemos a una generación que hemos vivido multitud de acontecimientos que pocas generaciones van a tener la ocasión de vivir, al menos conscientemente.
Somos una generación que aprendió a escribir con lápices y con pluma estilográfica y ahora lo hacemos a través del ordenador. Somos una generación que vinimos al mundo en una España triste, atrasada, casi hambrienta, con todo tipo de carencias y hoy estamos en una España en que lo tenemos todo casi al alcance de nuestra mano (demasiado al alcance lo que hace que no valoremos lo que tenemos).
En plena infancia, aunque ya lo suficientemente mayorcitos para recordarlo, asistimos a la llegada del hombre a la luna (cumpliéndose la utopía que un día reflejó en sus escritos Julio Verne).
Ya en plena juventud muchos, a pesar de ser hijos de jornaleros, tuvimos la oportunidad de estudiar cualquier carrera y no solo la de cura, que era la única que hasta estos momentos estaba al alcance los mas avispados y que tenían la suerte de contar con el apoyo de una madrina o padrino.
Cuando llegamos al límite entre la juventud y la madurez, (eran tiempos en que la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años, pero la madurez y la responsabilidad se alcanzaban bastante antes) un 20 de noviembre de 1975 fuimos testigos de un acontecimiento que muchos españoles creíamos que no iba a llegar nunca. Murió el dictador que había encorsetado este país durante cuarenta años y aunque con muchas precauciones y no pocos peligros, empezamos a respirar aire fresco y asistimos a una época llamada Transición, que no fue tan guay e idílica como quieren presentárnosla ahora pero si es verdad que fue realmente emocionante y en muchos aspectos también hay que decir que fue decepcionante (nos dimos cuenta que la democracia es una quimera que todos dicen defender y que también todos olvidan cuando llegan al poder).
En plena madurez asistimos a otro hecho poco usual, aunque sea convencional. Fuimos testigos de un final de siglo y de milenio, entramos en el siglo XXI y en el tercer milenio después de Cristo y no nos pasó nada demasiado grave, a pesar de los muchos agoreros y falsos profetas que nos habían augurado multitud de calamidades, la mas inocua aquella del efecto 2000.
Todo esto mezclado con muchos avances, en medicina, tecnología y sobretodo en pensamiento, por fin "casi" hemos conseguido liberarnos del dominio que en este aspecto tenía la iglesia y hemos pasado de leer en Guadalgenil un artículo firmado por un tal Pater, en el que condenaba al infierno a las muchachas que en la Feria de Agosto habían cometido la indecencia de "bailar agarrao", a disfrutar sin prejuicios, ni falsas morales, del amor al prójimo o a la prójima según toque, que al fin y al cabo no deja de ser un mandato de Jesucristo, seguramente mal interpretado, como otros muchos, por la iglesia y lo mas probable es que dijera "amarás al projimo/a en vez de a tí mismo", que siempre se ha dicho que lo que se han de comer los gusanos que lo disfruten los cristianos y con las nuevas normas de consumo, a ser posible, cuando estén frescos, antes que se pasen y estén caducados.
Todas estas cosas hacen que nos podamos sentir una generación afortunada y todavía nos pueden quedar muchas cosas nuevas por vivir, si el gobierno de turno no estimula en demasía nuestros instintos suicidas queriéndonos dejar casi sin pensiones y si el Padre Eterno no se acuerda muy pronto de nosotros.
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