viernes, 17 de junio de 2011

NO ME PUEDO PARAR, TENGO MUCHA PRISA

Esta es la frase de moda de casi toda criatura viviente, no nos podemos parar para visitar a algún amigo enfermo o en apuros, no podemos pararnos a escuchar tranquilamente sus problemas, no podemos pararnos a ayudar a alguien que en la calle lo necesita, no nos podemos parar, tenemos mucha prisa.
A veces da la impresión que el funcionamiento o no funcionamiento del mundo depende de lo que haga uno mismo, parece como si Dios se hubiera tomado un respiro y nos hubiera dejado a cargo del universo, de ahí esas prisas y esa inquietud.
Estas prisas van acompañadas, como es natural, con una falta absoluta de tiempo. El tiempo ese tesoro del que ahora todos decimos que carecemos y aunque sea paradógico lo mismo se queja de que su falta el que tiene mucho trabajo, como el que no tiene una ocupación que desarrollar. Da la impresión que si uno no dice que tiene mucha prisa y no tiene tiempo para nada, no es nadie en esta sociedad, parece que hemos hecho de la falta de tiempo, de la prisa y de su consecuencia, el estres, un icono sin el cual no somos importantes o por lo menos creemos que lo somos.
Casi el cien por cien de las veces, ese es el verdadero problema, que como tenemos la certeza de que no somos absolutamente nadie en esta sociedad, usamos el truco del estres para autoconvencernos primero y para engañar a los demás, queriendo hacer ver que uno es poco menos que imprescindible para el buen funcionamiento de todo.
Mi primo Paquito trabajaba en una empresa hacía muchos años, creía que su labor en ella era tan imprescindible que no asistía nunca a los funerales de sus tios y tias que iban falleciendo. Mi primo Paquito alegaba que él no podía permitirse el lujo de pedir un día libre, incluso sus vacaciones eran de lo mas irregulares e iba cogiendo días sueltos cuando el creía que "su empresa" no se iba a venir abajo porque faltara un par de ellos.
Un buen día "su empresa" decidió que mi primo Paquito ya llevaba muchos años en ella, que le salía muy caro con sus trienios y sus derechos adquiridos y que era mejor pagarle su indemnización y contratar a un licenciado en administración de empresas, cuyo sueldo le saldría por la mitad del precio, además con una bonificación importante en la seguridad social y una subvención por dar trabajo a jóvenes desempleados.
"Su empresa", no hay ni que decirlo, siguió y sigue a día de hoy funcionando perfectamente, sin acordarse para nada él y sin embargo todos sus primos recordamos que no asistió a los funerales de nuestros seres queridos porque era el "primo" importante.

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