Érase una vez en un gran edificio donde vivían muchísimos ratones de toda la vida, este edificio estaba compuesto por muchas plantas y cada planta a su vez por muchas habitaciones. Hubo tiempos, hace algunas generaciones de ratones, en los que cada planta e incluso algunas veces cada habitación tenía sus propias reglas, pero con eso de la modernidad fueron apareciendo, primero a pequeña escala y después a nivel de casi todo el edificio, pequeñas asociaciones de plantas que mas tarde se convirtieron todas en una gran comunidad de vecinos, que aunque no estaba formada por todas las plantas del edificio, si por una gran mayoría.
Los ratones que conformaban esta asociación de vecinos tenían en común que eran en su gran mayoría blancos, unos blancos lechosos y otros blancos moreno albañil, dependiendo de si su planta estaba mas o menos expuesta al sol.
Como eran todos blancos, parecían todos iguales, pero nada mas lejos, ellos se hacían distinguir según su estatus económico y social (porciones de queso que acumulaban y tiempo en que sus familias eran poseedoras de estas porciones) y según su forma de pensar para el que usaban diferentes distintivos: unos utilizaban como distintivo una rosa roja, otros una gaviota y había otros grupos mas pequeños ( a nivel de pisos) que también tenían sus distintivos, algunos ejemplos: dos semicírculos en rojo y verde, sus letras y el color representativo de su piso, tres flechas de distinto color y tamaño o una mano abierta mostrando los cinco dedos (hay quien dice que significa que sus partidarios se pueden contar con los dedos de una mano). Todos estos distintos grupos solo tenían un objetivo, mandar, bien en su planta, bienen su piso o incluso en alguna habitación y el mando se lo otorgaban los ratones mayores por votación.
Les iba tan bien que llegó un momento en que nadaban en la abundancia, esto atrajo hasta su edificio a ratones de otros edificios con menos recursos que acudían a este para recoger las migajas y hacer los trabajos que los ratones mas afortunados no querían hacer. Venían ratones de edificios cercanos y otros de edificios muy lejanos, arriesgando incluso sus vidas por llegar a ese gran edificio que todos empezaron a conocer como Jauja, donde todo era felicidad y abundancia. Continuará
sábado, 26 de junio de 2010
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