Como nos dice en su canción "El arriero" el gran Atahualpa Yupanqui, "las penas y las vaquitas se van por la misma senda; las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas" eso desgraciadamente ha sido así siempre y lo seguirá siendo, entre otras cosas, porque cuando los obreros hemos tenido la ocasión de hacer cambiar el rumbo de esta máxima, siempre, siempre, hemos caido en los mismos vicios y defectos que antes criticábamos y combatíamos, como ya nos hizo ver otro gran visionario llamado George Orwel en su novela "Rebelión en la Granja".
Parece que es una maldición a modo de pecado original que a las clases trabajadoras nos ha caido de por vida, y que sea cual sea la situación económica, política o social llevaremos a modo de cruz, una vez mas liviana (las menos) y otra mas pesada (las mas).
Cuando en este puñetero país se ataban los perros con longanizas, todo subía como la espuma menos los salarios que tenían que contenerse, para evitar una mayor inflacción nos decían, pero nadie en el gobierno puso el mas mínimo empeño en contener la burbuja inmobiliaria, ni impidió que las viviendas pasaran de los 60.000 euros a los 180.000 en cuestión de cinco o seis años. Todo eran beneficios para los especuladores, para los políticos, sus familiares y amigos que se forraron a base de comisiones e información privilegiada, mientras los demás nos conformábamos con unas migajas de nada (desempleo y trabajo al mismo tiempo, trabajo a destajo con cotizaciones mínimas, etc, etc,) que a la larga solo fue pan (de sobra) para aquellos pocos años y hambre para los siguientes venideros no se sabe hasta cuando, eso en el mejor de los casos, que muchos dejaron sus vidas en aquella vorágine de permisividad y falta de seguridad en el trabajo.
Ahora en este puñetero país, cuando ya no solo no atamos los perros con longaniza, sino que al paso que vamos nos los vamos a tener que comer (a los perros, me refiero) de nuevo la máxima nos persigue, con mas virulencia si cabe y las penas siguen siendo para nosotros, este vez duplicadas o triplicadas, y las vaquitas siguen siendo para los mismos de siempre, chorizos, perdón he querido decir banqueros y políticos, empresarios, que están aprovechando la situación para volver a condiciones laborales decimonónicas y nosotros resignados, calladitos y contentos de que nos estén dando por el culo, y de que el culo sea lo suficientemente elástico a fuerza de costumbre como para que no nos moleste demasiado.
En cierto modo y por mucho que nos quejemos, hemos llegado a este situación porque hace mucho tiempo que olvidamos nuestra condición proletaria, hace mucho tiempo que en Andalucía no relucen las amapolas (que nos decía Carlos Cano en su canción "la verdiblanca") y también como nos decía este mismo cantautor seguimos lamentándonos en vez de enseñar los dientes y seguimos siendo pajaritos en vez de tigres de bengala y para mas inri, pajaritos de los que prefieren estar en una jaula y que les echen un poquito de comida y agua diariamente, a ser libres y enfrentarse cara a cara con la vida y con quienes nos la quieren hacer imposible.
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