miércoles, 2 de febrero de 2011

LA REVOLUCIÓN, LA ÚNICA SALIDA

Con el nombre del la revolución del jazmín o de los jazmines, se está conociendo en Túnez lo que solo es la desesperación de un pueblo que ante la corrupción y el ansia de riqueza de sus gobernantes, que es directamente proporcional a su pobreza extrema, no ha tenido otra opción que echarse a la calle, con la única idea de que o los dejan vivir dignamente o que los maten.
Todo comenzó cuando el 4 de Enero muere Mohamed Bouazizi, como consecuencia de haberse rociado de gasolina y haberse prendido fuego unos días antes, acto que siguieron varios jóvenes mas, hasta que consiguieron que el pueblo se echara a la calle en una oleada de protestas inimaginable meses antes.
El tirano tunecino, como hacen todos estos ogros cobardes, en cuanto vio lo caldeado que estaba el ambiente arrambló con todo lo que de mas valor tenía a mano y cogió un avión para refugiarse en Arabia Saudí.
Esta reacción revolucionaria hizo que por simpatía explotaran otros polvorines y rápidamente se extendió a Argelia, Egipto y Yemen, con la consiguiente cagada de pantalones, no solo de los mandatarios de estos paises y limítrofes sino también de los principales paises de Occidente, patrocinadores y mantenedores de estos tiranos. Hasta que punto no se habrán cagado, que el mismo presidente de los yankis ha recomendado calma a su amigo Mubarak y que no se la vaya a liar.
Son tan torpes y están tan hipotecados por los grandes lobbys económicos, que no se dan cuenta que las personas cuando se les acorrala al máximo, cuando no se les deja ninguna salida, ninguna esperanza, hacen como todo animal viviente, lanzarse hacia adelante muriendo o matando.
Esto es lo que han tenido que hacer tunecinos, argelinos, egipcios y yemenies, porque la única salida que les hemos dejado los que nos llenamos la boca de discursos de "derechos humanos" de "justicia social" y otras zarandajas, mientras por lo bajini, estamos permitiendo y apoyando regímenes corruptos y dictatoriales en aras de no se que seguridad.
Todo el que sacrifica la libertad por la seguridad, termina no mereciendo ni una cosa ni otra y los paises occidentales somos un claro ejemplo de esta máxima.

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