EL DESCONCIERTO DE LOS PERROS GUARDIANES

Hace tiempo, cuando los perros no eran meros animales de compañía, estos colaboraban con sus amos en distintas labores. Eran perros guardianes, bien de haciendas, bien de rebaños, los del último caso tenían un trabajo muy específico que consistía en mantener al rebaño unido, cuidando de que ningún miembro de ese rebaño tomara otro camino por su cuenta que no fuera el que el amo había establecido. Para conseguir este objetivo, los perros guardianes no dudaban en castigar duramente a la oveja descarriada que había intentado emprender una aventura por su cuenta fuera del camino establecido, con el beneplácito de su amo, que no dudaba en recompensarle con una caricia o dejándole campar a sus anchas.
Era tal la obediencia de los perros guardianes, que bastaba un simple gesto de sus amos e incluso muchas veces ni esto, para lanzarse a un ataque furibundo contra cualquiera que osara no obedecerle, convirtiéndose en amo y señor del rebaño.
El problema les vino a estos perros guardianes un día en que los rebaños, hartos de sus desaguisados, se les rebeleron en masa y cuando fueron a atacarlos como hacían habitualmente, se encontraron con que su amo les hacía la señal de parar, de dejar hacer al rebaño su antojo. Esto para quien tiene la inteligencia justa para obedecer y sacar tajada de su mando, le suponía un desconcierto tal, que no daba crédito a lo que veían sus ojos y percibían sus demás sentidos.
Su amo, que los había instruido para cortar de raiz todo intento de sublevación, ahora no solo lo consentía, sino que además los contenía para que no cumplieran su misión, permitiendo para mas inri que los miembros del rebaño se les subieran a las orejas, con lo que su autoridad, basada en el terror, no solo desaparecía sino que además todo el rebaño intentaba lincharlos, en un intento de vengarse de todos los castigos recibidos.
Pero el colmo del desconcierto les llegó cuando este amo, implacable y permisivo siempre les da la razón a los rebaños, se pone de su parte, y los acusa de tiranía y de haber hecho acopio de huesos y juguetitos a costa del hambre de estos rebaños. Su desconcierto ha sido tal que no han tenido mas remedio que meter el rabo entre las patas, coger su fortuna de huesos, pelotitas y demas accesorios afanados y buscar refugio en una perrera para poder ponerse a salvo de la ira de sus súbditos y poder vivir lo que les quede de su perra vida con todo el confort del mundo.
De esto deberían de tomar nota todos los que de una forma u de otra, se convierten en perros guardianes para dar rienda suelta a sus impulsos avaros, que al final siempre terminan abandonados por sus amos y cargando como únicos responsables, con todas las fechorías que estos les han ordenado hacer.